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Hoy se cumplen 20 años de la guerra de Irak, ¿el gran error de los EE. UU.?

El 20 de marzo de 2003 el presidente George W. Bush anunciaba el despliegue de las tropas estadounidenses y extranjeras en Irak

Este lunes 20 de marzo se cumplen 20 años del inicio de la invasión de Irak por parte de una coalición liderada por Estados Unidos, un hecho que desencadenó una inestabilidad, no solo en ese país, sino en todo Medio Oriente, que repercute hasta la fecha a casi 12 años del fin del enfrentamiento.

El 20 de marzo de 2003 el gobierno de George W. Bush dispuso de una operación respaldada por el Reino Unido, España, Portugal y Polonia, pero sin el apoyo de la ONU, con la que se pretendía derrocar al dictador Saddam Hussein, con las excusas de que el país tenía armas de destrucción masiva y financiaba el terrorismo islamista, dos acusaciones que al día de hoy son consideradas falsas. 

La controvertida operación militar logró someter al régimen de Hussein, pero a continuación tuvo que enfrentar una larga lucha contra la insurgencia y una polarización política, vigente hasta hoy.

El dictador evitó ser capturado por casi nueve meses antes de su apresamiento en diciembre de 2003, seguido de su ejecución por el nuevo gobierno iraquí tres años después.

El resultado fue una guerra que costó millones de dólares y dejó cientos de miles de muertos: Entre 186,736 y 210,090 civiles iraquíes muertos desde 2003, según el grupo independiente Iraq Body Count, y más de 4,500 militares de EE.UU. fallecidos, de acuerdo al Pentágono.

Solo el 20 de marzo de 2003, cuando estalló la invasión, Estados Unidos aseguró que mató mil soldados iraquíes tras el bombardeo a Bagdad.

El 18 de diciembre de 2011, los últimos soldados estadounidenses abandonaron Irak, poniendo fin a una misión militar de casi nueve años.

Los principales protagonistas de la guerra 

Saddam Hussein gobernó Irak desde 1979 hasta 2003, esto a pesar de la derrota sufrida en la Guerra del Golfo a manos de la coalición liderada por EEUU en 1991. La victoria de la coalición no consistió en el derrocamiento de Hussein, pero sí lograron que sus fuerzas se retiraran de Kuwait, el cual había ocupado en agosto de 1990.

Tras la invasión de marzo de 2003, la coalición logró derrumbar su imperio en tres semanas, tras lo cual Hussein pasó a la clandestinidad hasta su captura el 13 de diciembre de ese mismo años por tropas estadounidenses.

Fue ejecutado en la horca en Bagdad en 2006. Como un último acto de rebeldía, Hussein insistió en no llevar capucha al patíbulo.

George W. Bush, se convirtió en marzo de 2003 en el segundo presidente de los Estados Unidos, detrás de su propio padre (1989-1993) en declarar una guerra en contra de Irak.

Bush había alcanzado, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, los índices de aprobación más altos jamás registrados por un mandatario estadounidense (91 %, según la Gallup), sin embargo, se despidió de la Casa Blanca con el mandatario menos popular de EE.UU. desde que se tiene registro, esto en gran medida por su gestión de la guerra de Irak.

En la actualidad, Bush está recluido en su rancho en Texas, donde se dedica a sus aficiones, entre ellas la pintura, mientras que sus apariciones públicas se limitan a inauguraciones presidenciales y funerales. El exmandatario ha sido firme en su decisión de invadir a Irak.

El vicepresidente de Bush, Dick Cheney, y su secretario de Defensa (2001-2006), Donald Rumsfeld, también fueron piezas clave en la invasión llevada a cabo en Irak. El primero fue un firme defensor de la acción militar y aseguró en diferentes ocasiones que el régimen de Hussein tenía armas de destrucción masiva, la principal base para llevar a cabo la operación militar.

A diferencia de Bush, Cheney se ha mantenido activo en la política estadounidenses, a pesar de su avanzada edad.

Rumsfeld fue un poco más controvertido, señala la BBC, ya que fue acusado de proporcionar «evaluaciones de inteligencia alternativas» para apoyar la invasión y el derrocamiento de Hussein, al tiempo que ignoró las denuncias de torturas a prisioneros de guerra por parte de las fuerzas estadounidenses.

Renunció en 2006 en medio de oposición pública y política a su gestión posguerra y se mantuvo activo (publicó una autobiografía, participó en un documental sobre su carrera y fue uno de los exsecretarios de Defensa que aconsejaron a Trump no desconocer los resultados electorales de 2020). En junio de 2021 murió a causa de un cáncer.

Condoleezza Rice, la primera mujer en ser asesora de Seguridad Nacional y secretaria de Estado en EEUU, no solo era partidaria de la Guerra en Irak, sino que apareció en medios nacionales advirtiendo sobre la amenaza del régimen de Hussein. Actualmente ocupa la dirección de la Hoover Institution, un centro de investigaciones.

Tony Blair, exprimer ministro británico, fue acusado en un informe de 2016 de haber exagerado la amenaza de las armas bajo el régimen de Saddam Hussein y de enviar  tropas mal preparadas a la batalla y de tener planes «totalmente inadecuados» para las secuelas de la invasión, señala BBC.

Hans Blix, considerado como la piedra en los zapatos de Bush, fungía en el momento de la invasión como el jefe de la Comisión de las Naciones Unidas de Vigilancia, Verificación e Inspección, que investigó la existencia de armas de destrucción masiva en Irak antes de la invasión estadounidense de 2003. A sus 94 años está a punto de lanzar un nuevo libro, «Adiós a las guerras».

Los chiitas, los grandes ganadores de la caída de Hussein

Los chiitas fueron los grandes ganadores de la caída del presidente sunita Sadam Husein hace 20 años y desde entonces dominan la política de Irak, un país multiétnico y multiconfesional de 42 millones de habitantes.

La comunidad chiita, mayoritaria en Irak, se vio marginada en los tiempos de Sadam Husein, pero un cuestionado sistema de reparto del poder instaurado tras la invasión de Estados Unidos les garantiza la supremacía política.

Los chiitas gozan de buenas relaciones con Irán, el país vecino, que es también un influyente aliado. La República Islámica vigila de cerca la política iraquí.

El cambio más visible para los chiitas tras la caída de Sadam en 2003 fue que pudieron expresar nuevamente su fe y devoción a la figura fundadora del Islam chiita, el imán Husein.

Durante las grandes conmemoraciones del Ashura y del Arbain, millones de peregrinos convergen en las ciudades santas de Nayaf y Kerbala.

Bajo el mando de Sadam Husein, estas celebraciones eran semiclandestinas.

Tras la caída del régimen, las autoridades interinas instaladas por Estados Unidos construyeron un nuevo orden político y acordaron que el primer ministro sería un chiita, el presidente del Parlamento un sunita y que la presidencia, un cargo esencialmente simbólico, iría a un kurdo.

Las consecuencias de la guerra 

La guerra en Irak ha sido duramente criticada a lo largo de los años, no solo porque los militares estadounidenses no lograron sustentar la justificación de la invasión al no encontrar las armas de destrucción masiva que aseguraban tenía el régimen de Husein, sino por las repercusiones que tuvo la guerra en el país y Oriente Medio.

Tras su salida de Irak, Washington dejó un estado fallido, con una profunda división y a merced de Irán, además de un terreno fértil para el surgimiento de grupos extremistas como el Estado Islámico.

Fuente: Diario Libre

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